Don Darío Mollá Llácer cerró ayer esta décimo quinta Semana de la Pobreza y Exclusión, que organiza Cáritas Diocesana de Asidonia-Jerez, con su ponencia sobre «La espiritualidad en el voluntariado social”. 

Ayer finalizó  la XV Semana de la Pobreza y Exclusión. Cristóbal Mora, responsable de formación del Voluntariado en Cáritas Diocesana de Asidonia-Jerez, presentó al teólogo-Jesuita, Don Darío Mollá.

Mollá Llácer comenzó su intervención afirmando que “comprometerse en el voluntariado social desde la propuesta y los valores del Evangelio de Jesús confiere a esa acción voluntaria unas características muy propias que tienen que ver con las actitudes internas con las que la persona voluntaria se acerca a quienes sufren pobreza y exclusión, al estilo o modo de proceder en su acción voluntaria y al horizonte de ésta. Porque la espiritualidad cristiana se concreta en un modo de situarse en la vida en el cual, además, el acercamiento al hermano que sufre es fundamental”.

Para don Darío Mollá “hay una serie de actitudes de fondo que caracterizan a un voluntariado social hecho desde la fe en Jesús. La primera de ellas es el agradecimiento por el don de la sensibilidad social y por la oportunidad de poner en práctica ese don. La fe cristiana es radical en la afirmación de la dignidad de todas las personas, sean de la condición que sean, como hijos de Dios, y, por tanto, su voluntariado social se vincula a sus más hondas convicciones personales lo cual le da, por una parte, profundidad a su actuación y fortaleza en los momentos de dificultad, cansancio o desánimo”.

A continuación, hizo hincapié en que “ese talante de fondo acentúa unas características en el modo de hacer o proceder cotidiano. El otro es el protagonista indiscutible de la acción voluntaria y esa convicción sustenta un  modo de acercarse propio: con un cuidado y sensibilidad exquisitos que implican profundidad en la mirada y atención al detalle, con limpieza de intención y cuidado en las formas, con un gran respeto a la libertad y a los procesos de la otra persona, procesos que piden su tiempo y que requieren por nuestra parte paciencia, sin dejarse vencer por una impaciencia que es, muchas veces, soberbia, con un uso adecuado y constante del discernimiento para calibrar en cada momento la mejor respuesta a las necesidades de la otra persona, y, finalmente, con una gratuidad (característica básica de la caritas o amor cristiano), gratuidad efectiva pero, sobre todo, afectiva”, dijo.

Don Darío Mollá terminó su intervención asegurando que “la fe cristiana proporciona al voluntariado social un horizonte y un sentido que van más allá del momento concreto y del resultado concreto. Sitúa la acción concreta del voluntario en un horizonte de esperanza, una esperanza que es, a un tiempo, impaciente y paciente, tarea y deseo, debilidad y fortaleza. Una esperanza que relativiza y pone en su sitio supuestos éxitos o fracasos y ayuda vivir las tensiones de la acción social. Y hace de la acción social del voluntario una experiencia mística: un lugar de encuentro con Dios y un lugar de comunión honda con nuestros hermanos”.