Monseñor José Rico Pavés : «Si de verdad queremos descansar, dejemos que el amor del Corazón de Cristo cure las heridas y ponga orden en nuestro corazón»

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     El secreto del verdadero descanso está en el corazón. Llamamos simbólicamente “corazón” al centro de la persona humana, la sede de la propia identidad, donde se ponen en ejercicio las facultades constitutivas que nos abren a la verdad, a la bondad, a la belleza y a la comunión. El corazón une el entendimiento, la voluntad y los afectos, haciéndonos libres. En el corazón se producen las batallas interiores decisivas de la vida humana: en él se sufren derrotas y se gozan victorias. Verdad y error, bondad y maldad, belleza y fealdad, comunión y soledad, se cruzan en el corazón despertando o apagando el amor. Dios es Amor y solo entre las criaturas el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. En la capacidad de amar y ser amados reside nuestra grandeza. Y ahí descubrimos de nuevo la importancia del corazón.

     Cuando llegamos con la Iglesia a la celebración del Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Jesús sale a nuestro encuentro en el camino de la vida y nos sorprende de forma siempre nueva con sus obras y palabras. El evangelio que se proclama en la Eucaristía del Domingo nos muestra a Jesús en oración, es decir, en diálogo de amor con el Padre. La alegría del Hijo es el gozo y la complacencia del Padre, y ésta se encuentra en revelar su amor a los pequeños. Los que se tienen por sabios y entendidos en este mundo están tan llenos de su propio vacío que la grandeza insondable del Amor divino les está escondida. Por el contrario, los que se reconocen pequeños delante del Señor y de sus semejantes, reciben el privilegio de la revelación amorosa del Padre. El abrazo del Padre y del Hijo en la alegría del Espíritu Santo acoge complacido a los sencillos y humildes de corazón.

     Entonces Jesús desvela el secreto del verdadero descanso. Sabe Jesucristo que el ser humano, sujeto a las situaciones cambiantes del tiempo y del espacio, experimenta en muchas ocasiones la debilidad del cansancio. El Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha tomado lo nuestro para darnos lo suyo. Por el admirable intercambio de la encarnación, lo que el Verbo encarnado ha asumido lo ha redimido. También el cansancio humano encuentra en Cristo el remedio de la salvación.

     Para salvarnos del cansancio que daña el corazón y nos incapacita para amar, Jesús nos manda acudir a Él, cargar su yugo y aprender de Él, que es manso y humilde de corazón. El secreto del verdadero descanso está en el Corazón de Jesús. Para poner paz y orden en el nuestro, Jesús nos pide aprender del Suyo mansedumbre y humildad.

     Lección de vida fundamental: no busquemos fuera de Cristo lo que solo Cristo nos puede dar. Si de verdad queremos descansar, dejemos que el amor del Corazón de Cristo cure las heridas y ponga orden en nuestro corazón.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez