Monseñor José Rico Pavés: «En el camino del Adviento, el testimonio del Bautista nos enseña a cuidar las necesidades del cuerpo de tal manera que no nos olvidemos de las necesidades del alma».

    Cuando avanzamos en el recién estrenado tiempo de Adviento, la liturgia nos invita de nuevo a centrarnos en el encuentro con Cristo. Pedimos al Padre, rico en misericordia, que, al salir animosos al encuentro de su Hijo, no nos veamos impedidos por los afanes de este mundo. El deseo de un encuentro renovado con el Señor puede verse frustrado por obstáculos que nos impiden crecer en la vida cristiana. Podemos tener deseos muy santos de conocer más al Señor y de entregarnos más a Él y a su Iglesia, pero, a lo mejor, llevamos un estilo de vida que frustra nuestros anhelos. Para que los buenos deseos alcancen su meta, es necesario allanar el camino de la vida, poner orden en ella y centrarnos en lo realmente importante. Para ello la Iglesia nos propone dos ayudas fundamentales: la intercesión de Nuestra Madre, María Inmaculada y el testimonio siempre elocuente de san Juan Bautista, el último de los profetas.

     En la Concepción Inmaculada de la Virgen María se reconoce el triunfo de la Gracia y la congruencia de la fe: convenía que la que iba a dar a luz al mundo al vencedor definitivo del pecado fuera Ella misma preservada de toda mancha de pecado. La primera redimida colabora de manera singular en la obra de la redención: con su sí a la voluntad de Dios nos enseña el camino de la liberación del pecado. En la obediencia a Dios está el fundamento y la garantía de la verdadera libertad. Para allanar el camino del Señor es necesario empezar siempre por el propio corazón: dejarnos reconciliar con Dios, hacer experiencia de la fuerza de su perdón y gustar la alegría de la salvación.

     Por su parte, san Juan Bautista anuncia con su forma de vida y con sus palabras la necesidad de preparar el camino del Señor. La preparación al encuentro con Cristo que viene requiere centrarse en lo importante, sobreponerse a los reclamos del mundo y cultivar el fruto de la conversión. La vida sobria y austera del Bautista es proclamación sonora de que estamos llamados a metas más altas; nuestra vida se frustra si gastamos nuestras energías únicamente en satisfacer las necesidades del cuerpo. El evangelista san Marcos destaca en la figura del Bautista su estancia en el desierto, su vestido pobre y su comida mínima. Vivienda, vestido y alimento son bienes imprescindibles para llevar una vida digna. En el caso del Bautista esos bienes están supeditados a un Bien mayor, el anuncio de la llegada del Mesías. En el camino del Adviento, el testimonio del Bautista nos enseña a cuidar las necesidades del cuerpo de tal manera que no nos olvidemos de las necesidades del alma.

     Preparar el camino del Señor requiere atención a lo interior, rechazo del pecado, cuidado de la presencia interior de Dios y custodia de la vida de la gracia. Que María Inmaculada, Patrona de nuestra Diócesis, nos alcance de su Hijo la vivencia de un Adviento lleno de frutos de santidad.

 

 + José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez