Monseñor Rico Pavés: «Para avanzar en el camino del Adviento se nos propone un reto de gran importancia: fortalecer la alegría en la espera, de modo que, alcanzados por el encuentro con Cristo,nuestra alegría sea plena».

Al acercarnos a la Tercera Semana de Adviento, una invitación recorre de principio a fin la Liturgia: estad alegres en el Señor. Las palabras del apóstol san Pablo resuenan con vigor recordándonos el origen de la alegría cristiana: el Señor está cerca. La certeza de la cercanía de Cristo convierte la esperanza en la virtud que nos hace fuertes en la verdadera alegría. Para avanzar en el camino del Adviento se nos propone un reto de gran importancia: fortalecer la alegría en la espera, de modo que, alcanzados por el encuentro con Cristo,nuestra alegría sea plena.

El encuentro con Jesús, hecho Niño en Belén, que nos aguarda en las ya cercanas fiestas navideñas requiere de nuestra parte una solícita preparación. Gracias al don de la fe podemos ahora anticipar el encuentro definitivo con el Señor, reconociendo su presencia velada donde Él ha querido quedarse. Aunque hayan sido muchas las Navidades ya vividas, sabemos que un encuentro nuevo con Cristo nos aguarda. Para que la alegría entonces sea desbordante debemos proteger ahora la alegría de la espera. La Palabra de Dios nos propone tres caminos.

Por un lado, el profeta Isaías anuncia un misterio que sólo se desvelará con la llegada del Mesías. Jesucristo, ungido con el Espíritu Santo, es la fuente de la que mana la verdadera alegría. Desborda de gozo con el Señor quien se deja cubrir con la sombra del Espíritu Santo. El abrazo eterno del Padre y del Hijo se da en el gozo inefable del Espíritu Santo. Custodiar la alegría de la espera significa vivir, como la Virgen María, en docilidad interior al Espíritu Santo.

San Pablo, por su parte, exhorta a estar siempre alegres,no sólo en algunos momentos, sino “siempre”, y nos propone algunas tareas sencillas para lograrlo: ser constantes en la oración, estar agradecidos en toda ocasión, examinar todo y quedarse con lo bueno, alejarse de toda forma de maldad y procurar en todo la paz.

Finalmente, se nos vuelve a presentar la figura de san Juan Bautista. Su forma de vida sobria y su palabra directa, lejos de apartarnos de la alegría, nos permiten cultivarla de forma auténtica. La alegría de la espera nos introduce en un estilo de vida que huye de la mediocridad y de las cosas superfluas, para centrar nuestro corazón en el único que puede darle descanso, Aquel que anunció el Bautista: Jesucristo, Nuestro Señor.

Nuestro seminario vive este domingo un momento especial de gracia: tres de nuestros seminaristas son instituidos acólitos. Pidamos a María Inmaculada que nos alcance de su Hijo Jesucristo la alegría plena para nuestros seminaristas, de modo que conformándose cada vez más al Misterio de la eucaristía, se conviertan un día en servidores para el mundo de la verdadera alegría.

 

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez